LA MARGARITA

He vuelto a oler las margaritas del camino. Esas que salen casi solas en el campo y que rara vez te paras a percatar en ellas. Esas que destrozas siempre que corres por la ladera sin darte cuenta la destrucción que dejas a tu paso. Esas que arrancas de un manotazo cuando vas a coger una piedra que brilla de forma genuina según la inclinación del sol se refleja en alguna de sus caras.

Y al parar más de unos segundos, al percatarme de su existencia, descubrí que era la margarita más única del plantea. Esa margarita que aunque no quieras, sale sola entre las piedras. Esa margarita que deja que los pequeños insectos del campo pasen por ella para contribuir al ecosistema del mundo. Esa margarita que desprende un aroma embriagador para mecerte por la noche y librarte de los mosquitos. Esa margarita que te ha dado, sin pedir nada a cambio.

Esa margarita que, aun en los peores momentos, se cuela en tu bolsillo y siempre va contigo.

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