CICATRICES DE SANGRE

Esa sensación de querer seguir hablando con alguien aún sabiendo que lo que le dirá será duro y doloroso de oír. Enfocado en ella. Solamente en ella. Esa es su terapia para superar el dolor que tanto le ha causado.

Y ella, esperanzada, como cuando se mira una estrella que ha muerto hace tiempo y su estela brillante sigue llenando sus ojos.

Y ella espera. Ella lleva en shock varios meses. Ella es consciente de lo que ha hecho y aún así sigue pensando que fue por amor. Ella se sigue culpando de todo, en la intimidad oscura de su sofá.  Ella tiene un halo de fé, imaginando que todo lo hizo por amor hacia otra persona que durante tantos años le hizo feliz.

Ella sigue pensando que fue por pensar en los demás antes que en ella misma. Y sin embargo, no sabe si la misma situación al revés habría resultado igual. Ella no perdonaría como le perdonaron tantas veces. Ella no lo intentaría con tanto amor como lo han intentado por ella.

Y en el fondo de su ser, en el fondo de su alma y de su voz gritando ahogada, en lo más profundo del nudo que tiene en la garganta que le retiene el llanto por unos segundos, en ese instante se le escapa una lágrima de sangre. En ese espacio sabe que el agujero no tiene escalera y que no hay forma de salir de ahí. En ese suspiro sabe que la cicatriz se le tatuará en el pecho para siempre. Su cicatriz.

Y solo le queda la esperanza de imaginar que todo pasa por algo. Y solo le queda la esperanza de imaginar que esa vida no era para ella.

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