APRENDIZAJES DE LA VIDA

Hay cosas que se aprenden cuando naces, cosas que se aprenden tras vivir muchas experiencias de aprendizaje, cosas que se aprenden tras palos malos, y otras tras cosas buenas. Hay cosas que intentas aprender a lo largo de una vida entera y que nunca consigues del todo...
Pues bien, hay cosas que se aprenden en el Camino de Santiago.

La familia es la familia. Por mucho que te enfades con ellos. Por mucho que en ocasiones no os soportéis, siempre estarán ahí para ayudarte, aunque sea con la cara larga de lo tontos que estáis siendo por enfadaros por tonterías. Siempre van a ayudarte, desinteresadamente. Porque es lo que os ha tocado, pero porque lo hacen por ti, sin pedir nada a cambio. Porque saben que tu lo harás por ellos, cuando llegue el momento. Sea necesario o no. Y porque, si alguna vez te lo echan en cara, es porque hablan los problemas que tiene en su cabeza, y no el rencor.

Y porque tu madre es tu madre. Siempre y en cualquier condición. Se adaptará a ti como lo hacen los planetas girando al rededor del sol. Porque la gravedad hace que no se pueda separar, que no se pueda desviar, que no se pueda alejar.

Hay veces que una chiquilla de 30 años en la vida se cree que lo sabe todo. Es curioso el tema de la edad. Como hay gente que con X años se cree más grande y otros la creen más pequeña. Cómo hay gente que con 40 años, una vida formada, una familia, a veces se comporta como un niñato engreído y caprichoso. Todo en esta vida es relativo.

Muchas veces idealizamos las experiencias y vivencias que tenemos en mente. Pensamos que van a ser de una forma o de otra. Quizás nos decepcionen o quizás sean mejor de lo que esperábamos... “Lo mejor es no esperar nada de nada ni de nadie. Así no te decepcionan”. Cuántas veces me he repetido a mi misma esta frase últimamente. No esperar nada de nadie para que no te decepcione. Pero el ser humano, o yo, por lo menos, no sería yo si no soñara despierta. Si no dejara mi mente volar. Si no imaginara una y otra vez lo que quiero, lo que seré, cómo haría esto o cuándo haría lo otro. Claro que te arriesgas a que te decepcionen. Pero, en esos escasos momentos en que la realidad supera las expectativas es como una bocada de aire fresco en medio de la contaminación de la ciudad.  No esperar nada es dejar de soñar, es dejar de ilusionarte, es dejar de pensar en lo que quieres. Y yo, no se.

Yo, la verdad, iba con muchas expectativas al Camino. Conocer a gente de todas partes, ¡quizás al amor de tu vida!, ver unos paisajes espectaculares, una comida buenísima y reflexionar. Pues si, reflexionar he reflexionado. Comer, a más no poder. Paisajes, espectaculares que espero aguanten en mi retina mucho tiempo. Y conocer a gente… si, pero no de la forma que yo esperaba. He conocido a mi familia. Por primera vez he visto a mi tía siendo la hermana pequeña. He visto a mi madre apoyándome, ayudándome, cuidándome y escuchándome. He visto a mi otra tía ayudándome en esta etapa de mi vida. He visto el verdadero poder de la familia y que, por mucho que reniegues y que haya altibajos, siempre serán tu familia y estarán a tu lado, aunque a veces te creas que lo que hacen es asfixiarte. Siempre estarán ahí para cuidarte y quererte, igual que tienes que hacer tu para completar el círculo.


Me ha enseñado a perdonarme

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