SANÁNDOTE
Quizás esta sea una (ínfima) tregua. Puede que esto sea un grito al cielo de paz, de esperanza, o de desesperación por equilibrar lo que hacía mucho tiempo habíamos perdido y no encontrábamos de ninguna manera.
Tarde o temprano todo se estabiliza. Todo lo que sube vuelve a bajar, todo lo que nace, muere, y todos esos tópicos que parecía que en nuestro caso no existían. Pero no, el universo es sencillo. Se repite, una y otra vez.
Es difícil alejarse de una órbita. Cuando el planeta gira al rededor de esa estrella que lo atrae como por arte de magia (o por esa cosa llamada gravedad). El destino existe, y siempre hay algo detrás de nuestras palabras, de nuestros actos. Es una fuerza superior contra la que no se puede luchar. Y si, quizás el mundo nos pone una y otra vez en la misma situación para que aprendamos algo. Quizás esa enseñanza todavía no me haya calado tan hondo, o no me haya cambiado lo suficiente como para salir de esta órbita que me consume.
Pero un día te despiertas. Y esos actos de autodestrucción ya no los haces por pura agonía, sino casi por inercia. Una noche te descubres, a la tenue luz de una pantalla, que las respuestas ya no te calman. Que las respuestas ya no te llenan, aunque fuera de pura rabia. Que el corazón no te palpita como si se te fuera a salir por la boca, y las manos no te tiemblan esperando ESA respuesta. Que, sinceramente, te daría igual descubrir una cosa u otra.
Y ese, es el comienzo de tu sanación.
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