APRENDIENDO A SER EGOÍSTA

La desesperación le consume palabra por palabra. Lo único que quiere es gritar y descargar toda la adrenalina que tiene acumulada pero abre la boca y de ella no sale ni el más mínimo sonido. 

Su alma está vacía. Quizás llena de odio, rencor y tristeza pero vacía al fin y al cabo. Lágrimas que no puede controlar más caen por su rostro impasivo. Lo único que puede hacer es tapar su cara, llena de vergüenza por lo que ha hecho cuando no veía otra salida. No se lo merecen pero no le han dejado más opción. 

Esto no debería estar pasando. Esto no debería estarle pasando a ella. 

Ni siquiera sus hombros se atreven a moverse. Ni siquiera sus hombros se atreven a acompañar ese llanto silencioso, desesperado. Se le ha cerrado el estómago y no puede ni tocar el bol que tiene delante. Su mente busca una escapatoria. Busca otros pensamientos. Para hacer que algo bonito o por lo menos mínimamente triste inunde su cabeza. Por supervivencia seguramente... pero no lo encuentra.

¿Cómo un hogar puede convertirse en el mayor tormento que pueda recaer sobre una persona? ¿Cómo esa palabra tan bonita puede traer a su mente un concepto tan espantoso?

Y sabe que ella no tiene la culpa, pero no puede dejar de sentirse culpable. Sabe que ella no ha empezado todo esto pero no puede dejar de pensar que es su culpa no saber como terminarlo. Quizás sea momento de empezar a ser egoísta y no pensar en los demás. Quizás sea momento de empezar a dar la espalda a los demás, porque ya lleva mucho tiempo dándose la espalda a sí misma. A sus sentimientos, a su felicidad.

Busca a oscuras su máscara de payaso pero ya no la encuentra...

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