DIVAGANDO
Qué fácil es engañarse cuando no hay más que meros acercamientos superficiales. Qué fácil es engañarse cuando las únicas palabras intercambiadas son mera cortesía.
Ella no es consciente de actuar, nunca le ha gustado, pero digamos que mostrar a conveniencia no es ningún engaño. Y al fin y al cabo, no merece la pena estar triste de por vida. No merece la pena difundir un aura de amargor a los que la rodean puesto que sabe muy bien que cuando eso ocurre la gente de su alrededor comienza a desaparecer, casualmente.
Quizás sea su forma de ser, siempre escuchando y nunca hablando. Quizás sea que creen que es mejor dando consejos que recibiéndolos. Y al fin y al cabo, se cree que la gente confía en ella, pero quizás sea todo mentira. Quizás todo eso nada más que está en su cabeza. Rodeada de una sociedad solamente atraída por lo bueno y que a la hora de la verdad... Si te he visto no me acuerdo.
Su cabecita se pone a pensar siempre en los peores momentos, en los que está más liada. Será que la presión le hace filosofar sobre la vida y estos y aquellos temas. Pero si tuviera delante un espejo, podría claramente ver como sus cejas se han arqueando con ese pensamiento fugaz que acaba de pasar por su cabeza.
Tristeza es lo que le inunda cuando va por la calle y no ve más que dolores de cuello de tanto mirar al móvil. Gente que va y que viene. Están al lado y de vez en cuando intercambian alguna que otra palabra, pero eso es todo. Acercamientos superficiales, palabras intercambiadas de mera cortesía. Quizás sea por eso que no merece la pena estar de morros cuando alguien te dedica unos valiosos minutos de su vida de ensueño, entiéndase claramente su vida no virtual.
Cuando por fin consigues que una mirada se pose en tus ojos, y por fin consigues intercambiar más con gestos que con palabras, ese momento es mágico. Y de ella en esos momentos no puede salir más que una amplia y profunda sonrisa de agradecimiento.
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