EL VALOR DE LO INVISIBLE

"No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Esa frase resuena en su cabeza una y otra vez. Y conforme más lo repite, más se da cuenta del significado que tienen esas palabras. 
"No es más el que más tiene sino el que menos necesita", "valora lo que tienes antes de que te lo quiten", y multitud de frases hechas más que se refieren a lo mismo y que normalmente entran por un oído y salen por el otro, y puede que con suerte, y solo en el mejor de los casos, algún cerebro se haya puesto a divagar sobre este u otro asunto relacionado durante unos pocos minutos. Pero eso es todo. 

Palabras que para alguna gente no cobran sentido, a ella le pesaban como losetas sobre la cabeza. De repente se hacía chica. De repente el cuello se le encogía y el peso de la cabeza no hacía más que dirigir su mirada al suelo. Toda ella se estaba comprimiendo, igual que una bolsa de plástico al vacío. El aire que salía de sus pulmones ya no entraba. El pecho ya no se le hinchaba cuando respiraba, porque solo se quedaba en eso, un intento. 

Minutos antes solo había tenido ganas de buscar culpables. Minutos antes solo había tenido ganas de salir corriendo y enfrentarse al problema. DE REPENTE SOLO TENÍA FURIA EN SU INTERIOR Y NECESITABA SACARLA CUANTO ANTES. Y ENTONCES UN SÓLO PENSAMIENTO CORRIÓ POR SU CABEZA: daba igual. Daba igual de quién había sido la culpa. Daba igual quién hubiera empezado o quién hubiera terminado. Solo importaban las consecuencias. Solo importaba que la tristeza estaba un paso más cerca... Solo importaba el tiempo, tiempo que había pasado, tiempo que no se podía recuperar, relaciones hechas y relaciones rotas. Tiempo pasado juntos, tiempo que había preferido dedicar a otras cosas, a otras personas... 

Y mientras todos estos pensamientos se hacían cabida en ella, las lágrimas brotaban por sus ojos y resbalaban por sus mejillas. La bolsa al vacío quería sacar hasta la última gota que hubiera en ella...
Y de repente se quedó en blanco. Sin fuerzas siquiera para llorar. Los movimientos se le ralentizaban y el peso de los dedos en el teclado le hacía muy difícil sacar fuerzas para moverlos... Y así poco a poco, dejó de escribir.

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