EL LAGUITO
Sus palabras salen como agujas rasgando el silencio: sin voz, sin sonido. Al fondo, verde campo y azul cielo se entremezclan. Sus ojos miran al infinito, quizás queriendo huir de ese coche, queriendo huir de aquel amor. Y, de repente, se encuentra tragándose sus propias lágrimas.
Se juró que jamás volvería a llorar por él. Que jamás volvería a caer en ese pozo que una vez tornó sus sueños de alas pero que ahora tiene una entrada de la que no se puede salir.
Sus miradas no se quieren cruzar. Sus manos no se quieren encontrar.
Y en un paréntesis, el mundo se para, y de sus labios sale una frágil sonrisa que intenta torpemente tapar con la mascarilla. El mundo se para y se sonríen, con esa mirada de complicidad que tantas veces les han querido arrebatar y que nadie pudo destruir (muy a su pesar a veces). Sus risas se hablan y se contestan, como las palabras que no pueden salir de su garganta, de sus labios. Como la mirada que se prohíbe a ella misma lanzarle a sus pequeños ojos color miel.
Y el paréntesis se cierra, como por arte de magia. Después de un parpadeo. Y se encuentra preguntándose a ella misma si hubiese parpadeo de haberlo sabido. Y vuelven al coche. Y vuelven a la realidad. A su silencio gritado. A sus miradas que ya no salieron del infinito horizonte. Que ya nunca más se cruzaron. Y a sus manos, entrelazadas entre las piernas, por temor a que se acercaran.
Jamás creyeron que volverían a ese lugar y, sin embargo, allí estuvieron.
Un precioso relato de ternura y amor , aunque con sus dudas y sus temores. Besos en la tarde.
ResponderEliminarMuy lindo relato amiga, saludos.
ResponderEliminarPues para ser que las palabras parecían no querer intervenir, la unión fue de una dulzura enorme.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué preciosidad. Cuánto más te leo, más me apasionan tus escritos. Besos :D
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